Paisaje de montaña
Paisaje de montaña
Se caracteriza por un relieve quebrado de fuertes pendientes y la presencia de roquedos y cumbres, desfiladeros, bosques, pastizales y monte bajo.
El paisaje del Valle del Nansa se reconoce fácilmente como un paisaje de montaña, de desniveles fuertes y valles encajados, en el que asoman con frecuencia cumbres y roquedos a distintas altitudes, ofreciendo una variada gama de formaciones que reciben el nombre de mazas, tablas, peñas, lastras, cuetos o picos; labrados en areniscas, cuarcitas, esquistos, pizarras, conglomerados o calizas. Roquedos inmensos donde se abren desfiladeros como los de Bejo (ocupado por el embalse de La Cohilla) y Lamasón.
Tres grandes alineaciones estructuran este paisaje. Al Norte, las sierras prelitorales del Escudo, Ozalba y Arria, auténticas murallas que separan la montaña del litoral. Al Sur la Sierra del Cordel y Peña Labra y al Oeste la de Peña Sagra, que integran hitos de más de 2.000 m.
Los bosques alcanzan masa y porte y las especies autóctonas se asientan, compiten y desarrollan; su variedad es notable y esto añade cromatismos estacionales muy pictóricos producidos por el contraste entre los encinares sobre calizas (en Rionansa y la sierra de Arria), los robledales en solana (Polaciones) y los hayedos en umbría (laderas medias de Peña Sagra).
El monte bajo, que alberga especies protegidas, conforma grandes extensiones de brezales y argomales o tojales cuyo origen cultural se percibe aún en las vacas y caballos que pacen en estos lugares; y también en las huellas que los incendios dejan en los estratos negros y cenicientos de los suelos, en el esqueleto blanquecino de los troncos, y en la estructura de la vegetación.
Los espacios ganaderos más productivos destacan en primavera por su brillo: en las colladas o interfluvios de las cuencas afluentes del río Nansa se localizan los pastizales de primavera y de otoño, aquí llamadas “brañas”; en medio del monte, y a veces también del bosque, aparecen los prados cercados y con invernales. El avance de los helechos por las lindes, y la ruina de las construcciones en piedra, revelan un cambio y un declive de las prácticas ganaderas.