La presa de la Cohilla es la primera y la más importante de las que existen a lo largo de todo el curso del Nansa. Destinada a la producción eléctrica, se trata de una presa de bóveda de 116 metros de altura con una coronación de 284 metros de longitud, cifras que en el momento de su puesta en servicio, en 1950, la convertían en la mayor de España y en una auténtica proeza ingenieril.

El embalse resultante, parcialmente visible desde el mirador, está alimentado por los arroyos que descienden desde todas las montañas de Polaciones y que confluyen, para dar lugar al Nansa, poco antes del lago artificial. Además, se beneficia de los aportes de un canal, visible en el otro extremo de la presa, desde el que las aguas sobrantes rebosan formando una serie de pequeñas cascadas.

La localización de la presa coincide con el inicio del desfiladero de Bejo, profunda entalladura labrada por el Nansa para abrirse paso a través de los resistentes conglomerados de Peña Sagra y en cuyas empinadas paredes una rala vegetación castigada por frecuentes incendios lucha por instalarse en las grietas y resquicios de la roca. Sólo en los lugares más favorables llegan a formarse auténticos bosques, generalmente abedulares y robledales.

La carretera se construyó al mismo tiempo que la presa y gran parte de su recorrido transcurre a través de  grandes paredones verticales literalmente colgada sobre el vacío. Su construcción exigió excavar la roca en muchos lugares y crear una atrevida plataforma artificial, visible desde el mirador, para sostener una curva.

Enclavada en una zona de montaña, el mirador está rodeado de importantes cumbres que, en algunos casos, constituyen importantes hitos paisajísticos. Es el caso del Cueto del Haya, que domina la margen opuesta del embalse y que con sus antenas resulta reconocible desde gran distancia; Peña Sagra, al pie de cuya mole, apenas intuida desde aquí, se adosa la carretera y Peña Labra, fácilmente identificable por su característico perfil escalonado y que cierra el horizonte hacia el Sur.